12 de novembre 2007

A favor de las adopciones


Estos días, a partir del episodio negativo del Arca de Zoé y de los niños del Chad que estamos viviendo, se nos plantea como una consecuencia reflexiva el tema de las adopciones. Las personas que deciden adoptar hacen un gran esfuerzo para planificar una familia, en un acto de generosidad basado en compartir fundamentalmente la estabilidad emocional y económica. Bueno es afirmar, de entrada, que los procesos de adopción deben de estar muy claros y que todo no vale, ni siquiera el posible chantaje social de que así se mejorará la vida de los pequeños. La sociedad debe tener garantías sobre los pasos que se dan y sobre las condiciones necesarias para que un niño o niña vayan a vivir con su nueva familia lejos de su país. Pero hay que hacer una apuesta, también, en promocionar y facilitar la posibilidad de que algunos compartan su vida con pequeños más desfavorecidos y carentes de familia.
Recuerdo que Amin Maalouf en su libro El primer siglo después de Béatrice, nos plantea el caso del Vitsiya o “arca celeste”, muy parecido al de estos días, y deja una reflexión muy clara sobre el efecto de las adopciones. Dice, entre otras cosas, que las adopciones “representan un compromiso humano maravilloso, a condición de que sea estrictamente individual”, lejos de operaciones mediáticas que pongan en duda el respeto de las normas establecidas.

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